miércoles, 4 de agosto de 2010

LLANEROS DE JEEP Y DE A CABALLO

Ponencia presentada en el
XI SIMPOSIO INTERNACIONAL DE HISTORIA DE LOS LLANOS COLOMBO-VENEZOLANOS:
BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA,
20 DE JULIO DE 1810-20 DE JULIO DE 2010
Támara- Casanare, República de Colombia, julio 17 al 20 de 2010.


Prof. Jeroh Juan Montilla
Universidad Rómulo Gallegos
Departamento de Antropología y Arqueología de CELLUNERG
Telf. 0416-1473057
jerohmontilla601@gmail.com
San Juan de los Morros, Estado Guárico, Venezuela.


El poeta apureño Igor Barreto nos dice en su libro El llano ciego (2006) “El paisaje ha muerto. El paisaje de tradición romántica ha muerto, a pesar de que aún descubrimos marcas de lirismo alabancioso en nuestros poemas” (Pág.37) Vale preguntarse si de verdad ha muerto el paisaje o esta visión romántica del paisaje. El mismo Barreto reconoce que aun existen trazas de romanticismo en la poesía paisajística de hoy. La cita se inicia generalizando de manera rotunda la muerte del paisaje, sin embargo, a continuación matiza aclarando que es el paisaje romántico el que ha fallecido. Creemos que el poeta asegura esto porque en verdad el paisaje como tal estará siempre allí, vivo y ajeno a los vaivenes de nuestra humanidad, desplegado más allá de las intraspasables fronteras del lenguaje, en la infinita e incognoscible periferia que llamamos el Ser. Sólo nos queda es aferrarnos a la duda consoladora de la palabra, la múltiple referencialidad de la sintaxis. Como siempre estaremos condenados al mito platónico de la caverna, viviendo y sobreviviendo en los juegos y luces del imaginario. Porque el paisaje vendría a constituir ese escenario donde se desarrolla lo que, ayudándonos con las palabras de Gaston Bachelard, llamaríamos la dialéctica de lo duro y lo suave, aquello que gobierna las imágenes de la tierra. Según Bachelard duro y suave son los primeros calificativos que recibe la resistencia de la materia. Experimentar el paisaje es una lucha por el dominio, donde este nos elude y resiste nuestras embestidas a través de la palabra o del arte. Es ese el fragor donde nacen y mueren las distintas especies retóricas del paisaje.

Entonces es cuando nos preguntamos por el paisaje que hoy nos congrega: el llano. ¿Ha muerto el paisaje llanero? ¿Ha muerto la tradición romántica del paisaje llanero? Y cuando nos formulamos estas interrogantes lo hacemos desde todas las perspectivas posibles, desde la literatura, el arte, la sociología y la historia entre otras, agregando que en medio de ese paisaje está el hombre uno de sus elementos más dinámicos. Ahora, antes de responder a las interrogantes señaladas añadimos otra, nos preguntamos de manera afirmativa: ¿Acaso esa visión romántica del paisaje llanero no ha sido sin duda alguna la dominante en nuestra historia nacional? Por más elementos neoclásicos que encontremos en un poema inaugural como Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida del caraqueño Andrés Bello estos son atravesados por una profunda costura romántica. Puntadas telúricas que emergen definitivas, sin ambages en las conminaciones y dilemas nativistas de un poema definitivo como la Silva Criolla del calaboceño Francisco Lazo Martí. En el primero son evidentes los elementos prerrománticos y en el segundo lo romántico tiene su punto más elevado en la presentación del llano como el paisaje absoluto.

En verdad la concepción romántica hacia el llano venezolano predomina, consciente e inconscientemente, en todas las actitudes culturales, sociales e históricas del país. Desde el mismo instante de los combates independentistas surge y se desarrolla ese afán de mitificar al llano y a sus habitantes, siendo Simón Bolívar uno de los mas llamativos de estos mitificadores. En abril de 1814 Bolívar califica de invencibles a las armas de los llaneros y afirma que con su sola presencia y sin ningún esfuerzo estos derrotaron al numeroso ejército de Boves. Palabras que luego reitera en 1817 diciendo: “llaneros, sois invencibles” Allí mismo describe al llano como un desierto y una inmensidad insubyugable. Que este por si mismo, junto a las lanzas, libra a los llaneros de cualquier intención de someterlos. Estas palabras se podrían calificar como las primeras hipérboles hacia el paisaje llanero y sus habitantes que por la estatura histórica de quien las pronuncia quedan marcadas en la mentalidad de la nación y de allí en adelante todo es en función de justificarlas y hacer que perduren ya que la mismas transmiten el sentido de solidez orgullosa de la etnia. Hasta el enemigo de la guerra contribuyó con esta imagen, el general realista Pablo Morillo al conocer que un ejercito de llaneros atraviesan los Andes llega a escribirle al rey. “Dadme cien mil llaneros y me paseo por Europa en nombre del Rey de España” Con los llaneros la guerra en Europa sería un paseo.

Esta figura sobredimensionando las habilidades guerreras del llanero pasa intacta al imaginario nacional. Según Víctor Manuel Ovalles (1990), en la reedición de su libro El Llanero, las condiciones del paisaje modelaron una imagen de hombre trabajador rudo y disciplinado del llanero, con la particularidad de ser el exclusivo dueño de su oficio a pesar de las relaciones de propiedad semifeudales imperantes en el llano para la época colonial, el peón llanero a parte de poseer la fuerza de trabajo tenía los conocimientos necesarios para realizar de manera autónoma su oficio, es decir que este trabajador tenía lo que llaman hoy el monopolio y control de los tiempos de producción.

Ovalles citando a Codazzi nos dice que el llano es un perenne sitio de instrucción guerrera para sus habitantes. Desde la juventud el llanero solo sabe enfrentarse al paso del río, al temblador, al toro, al caimán y al tigre. Mas bien la guerra constituye un elemento que lo aleja de sus ocupaciones. Para Ovalles la vida del campamento de guerra durante la independencia y las guerras civiles y militares de la república cambiaron las actitudes del llanero. Según este autor allí el llanero aprendió a irrespetar el sentido de la propiedad “y adquirió los vicios que privan por desdicha en el cuartel venezolano” (Pág. 47) Ahora bien, creo yo, que el problema no está en el mero irrespeto a un sentido de propiedad discutible, sino que realmente no se fue más allá de la rebeldía misma haciendo a través de esta una propuesta distinta.

En el prólogo de este libro de Ovalles el escritor José Vicente Abreu refiere la anécdota de unos llaneros a los cuales se encuentra bebiendo cerveza en Corozo Pando en el año 1958, viéndolos recordaba la pregunta que se hacia Ovalles: “¿Estos son los mismos llaneros de la gran gesta patria? ¿Estos de ahora?” (Pág. XI) La pregunta de Ovalles aparece en un libro publicado en 1905. Abreu continúa diciendo entonces:

Yo les pregunté:
-¿Ustedes son llaneros de jeep o de a caballo?
Y todos me miraron con la agresividad que da el caballo, con la arrogancia de sus pasos calzados por espuelas galopantes:
-De a caballo, mi don...
Y en la expresión humilde me identifiqué llanero de la vieja estirpe de la libertad. Y brindé con ellos. Y se me vino el tropel de Vuelvan Caras. Y sentí en el olfato los hedores de las viejas batallas, donde podía escurrir en las gotas del vaso, las últimas caballerías de la libertad imaginaria.
Pero cuando se despidieron, montaron en el jeep que se los llevó en el polvo de mis imaginaciones heroicas” (Pág. XI)

En un espacio de más de 50 años resuena la misma duda. La de Ovalles en una Venezuela gomecista ya cuajando en sus entrañas la explosión petrolera de 1914, Mene. En Abreu en el año de la caída de otra dictadura, la de Pérez Jiménez. En ambas lo que se impone es el subtexto de la misma visión mítica del llanero de la independencia. El reclamo por la decadencia de un símbolo que sostiene la identidad de la nación. Estos dos instantes históricos implican dos situaciones que impactan significativamente el llano venezolano. El petrolero con ola llegada directa e indirecta de un elemento ajeno como es la alta tecnología con sus factores transformadores del espacio y el del inicio de la etapa democrática en el país trayendo el impacto de la reforma agraria. Son situaciones que indiscutiblemente quebrantan las tradicionales relaciones de propiedad y producción de los llanos.

El profesor Adolfo Rodríguez (2007) en una de sus más recientes publicaciones dedica varias páginas a la idea del fin de llano. Uno de los elementos que toca es el cambio en las leyes naturales del paisaje llanero, dice Adolfo: “Lamentaba un llanero del siglo XX acerca de su dificultad para predecir el tiempo por la desaparición de las 'reglas'. Percibía que aquellas 'relaciones a flor de piel' con la naturaleza o sus inter-pares que caracterizaban su comunidad estaba rota” (Pág. 185) Para muchos llaneros las cabañuelas ya hablan de otro modo o ahora se equivocan. Los cambios ecológicos parecen marchar a la par con las mutaciones culturales. Más adelante el profesor Rodríguez resume las apreciaciones de Horacio Biord Castillo, manifestadas en abril del 2008, para este último lo que ocurre es la “llanerización de Venezuela y la desllanerización del llano”, en este caso la implantación de una cultura parece inevitablemente implicar la decadencia del factor que la genera. En la medida que la cultura llanera cubría todo el cuerpo y el espíritu de la nación al mismo tiempo “lo llanero real fue vaciándose de contenidos”. En Venezuela de acuerdo a la región hay muchas maneras de entender, de ser o de imitar al llanero, muchas son las variantes, hay un llanero para cada gusto regional. Llama esto Adolfo: “Una dialéctica perversa, que cumple a nivel de todo el país una función desetnizadora (Pág. 191) Un conocido cómico venezolano en unos de sus presentaciones mencionaba el cansancio histórico de llanero, fuera de las implicaciones políticas de su chiste deja entrever el abuso histórico sobre la etnia.

Hemos tratado de aproximarnos lo más posible a la situación del llanero, tratamos de entender la raíz del mito y sus implicaciones, sus floraciones y frutos, la supuesta decadencia, agonía o fin de esta etnia y su paisaje. Comenzamos esta parte de la ponencia preguntándonos por la muerte del paisaje llanero, podemos preguntarnos también por la muerte del símbolo, el llanero. No queda a nosotros confirmar ese diagnóstico, para ser sinceros no creemos que eso haya ocurrido. Lo que si vemos es que los cambios no implican la muerte, en la naturaleza se dan fenómenos como la adaptación y las mutaciones en favor de la vida y la sobrevivencia, nada más orgánico que el hacer cultural del hombre. La naturaleza no sufre vergüenza alguna cuando tiene cambiar en función de mantenerse y predominar. El problema está cuando fosilizamos nuestra imagen y expectativas de la cultura, cuando nos aferramos a modelos hasta que pierden la frescura.

El llanero todavía está allí sobre su paisaje, pero ya no es el mismo porque ya no es el mismo tiempo. Este nuevo llanero es el que descuida y desconoce la literatura y arte de hoy, porque estas siguen en muchos aspectos aferradas al mito, el mito es lo que ha muerto, recordemos a la antigua Grecia, la muerte del dios Dionisos, la caída del dios Apolo y la llegada de Jesús. El llanero de hoy no se avergüenza, no debería avergonzarse. Este no ha padecido complejos al momento de recrear, de deconstruir sus tradiciones e identidades superando las metafísicas del mito ¿Que su costumbres están cambiando? ¿Acaso estás no han cambiando sucesivamente desde los inicios de la república? La nostalgia no es un asunto del llanero mismo sino de los cultivadores empedernidos del mito. El llanero vive en medio de tractores, silos, jeeps, bombas de gasolina, balancines petroleros, tecnología de ordeño, radio, guitarras eléctricas, motocicletas, tendidos eléctricos que cuadriculan la planicie, ya el llanero busca la cobertura telefónica en medio de la sabana. Ese es el verdadero llanero, el del presente, no el de la gesta. A ese llanero de yeans es al que hay que escribirle a ahora, ese es el que deberíamos exaltar, el real, ese es el que hay que estudiar, el que debemos descubrir. De este es que necesitamos ahora escribir su historia. Este llanero de la cotidianeidad del siglo XXI tiene mucho que decirnos. Este llanero es asombroso, está como siempre lleno de virtudes y defectos, pero es uno y muchos en el paisaje.

BIBLIOGRAFÍA

Bachelard, Gaston (1994) La tierra y los sueños. México: Fondo de Cultura Económica
Barreto, Igor (2006) El llano ciego. San Fernando de Apure: Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro.
Ovalles, Víctor Manuel (1990) El llanero. Caracas: Ediciones Presidencia de la República.
Rodríguez, Adolfo (2007) Los Llanos: enigma y explicación de Venezuela. Caracas: Fundación Editorial el perro y la rana.

San Juan de los Morros, Julio de 2010

Fotografía: Arturo Álvarez D'Armas.

No hay comentarios: